Blas Cabrera González, Jesús Caballero Arribas, Jorge Díaz de la Torre
CASTELLUM, S. Coop.
La importancia de la aljama de judíos de Ávila durante la Edad Media hacía indudable la existencia, al menos, de un espacio funerario donde enterrar a sus muertos, de acuerdo con su particular ritual funerario. Conocidos, en parte, los lugares de enterramiento de las otras dos comunidades religiosas con las que convivieron, cristianos y musulmanes, tan solo la documentación histórica nos proporcionaba datos sobre su posible emplazamiento. Los trabajos arqueológicos junto al Convento de la Encarnación, han sacado a la luz la situación exacta de un cementerio judío, aportando las fosas de inhumación una característica tipología constructiva.
El hallazgo arqueológico de los restos de un cementerio judío medieval en Ávila se produjo en octubre de 2012 con motivo de las obras de construcción del Colector Norte II en la ciudad, concretamente en los perfiles de la zanja abierta en la parcela situada tras el convento de carmelitas descalzas de la Encarnación. Emplazado en el extremo oriental del Valle Amblés, en una zona peri-urbana al norte del recinto amurallado, el yacimiento ocupa un terreno de unas 2,5 ha, ofreciendo un paisaje de afloramientos graníticos entre los que prolifera la vegetación de tipo herbáceo y matorral. Dicha superficie está delimitada al sur por la cerca del convento y la Urbanización «Residencial la Encarnación»; sus flancos occidental y oriental quedan definidos por la calle Arroyo Vacas y el paseo del Cementerio, respectivamente, ambas con desarrollo Norte-Sur, mientras que su frente septentrional está trazado por la calle de los Canteros. Este área, que se encuentra actualmente surcada por una vía pecuaria, formó parte integrante del convento.

Los trabajos arqueológicos, llevados a cabo entre los meses de octubre y diciembre de 2012, se emprendieron en un momento en que las obras del colector ya habían comenzado, siendo determinante el socavado de la zanja de la citada infraestructura, tanto para el reconocimiento de las fosas de inhumación, como para el estado de conservación de las mismas. Tras el registro de las estructuras negativas distribuidas a lo largo de los perfiles norte y sur, se procedió a su excavación. Hay que añadir un tramo (20 x 4 m aproximadamente) en el extremo oriental de la zanja, casi en el límite por el saliente de la parcela, donde fueron excavadas 20 sepulturas en planta, previamente al avance de la trinchera. La zanja contó con una longitud de 442 m, y atravesándola de Oeste-Este, los vestigios funerarios ocuparon una extensión lineal en torno a los 300 m. En total han sido documentadas 108 tumbas, de las cuales se excavaron 100. Entre estas, 90 enterramientos depararon restos óseos, estando ausentes en los restantes, bien por la destrucción de la propia zanja, el avanzado estado de desmineralización de los huesos, o porque la fosa no se llegara a utilizar (Tumbas 1 y 49). En cuanto a los vestigios esqueléticos, individualizados y reconocidos debidamente, fueron re-enterrados en julio de 2013 en la misma parcela. El resto de los trabajos consistieron en el control arqueológico de zonas aledañas, quedando
descartada la existencia de estructuras funerarias y otros posibles restos arqueológicos.
Todas las estructuras funerarias documentadas en el cementerio de la Encarnación, han sido excavadas en el sustrato geológico, un granito descompuesto también denominado «jabre». Al igual que en el resto de cementerios judíos peninsulares conocidos, las fosas son excavadas sobre tierra estéril, de acuerdo con uno de los preceptos del ritual funerario judío, por el que la inhumación debe efectuarse sobre tierra virgen.

Se han identificado dos tipos de fosas de inhumación: escalonadas y tumbas excavadas en fosa simple. A estos habría que añadir aquellas indeterminadas que no han podido ser incluidas en ninguno de estos dos grupos.
Fosa simple. Se trata de una tumba excavada en un solo nivel y de diseño variable en cuanto a la morfología de su planta, siendo la tipología más sencilla. El cadáver se deposita en el fondo, directamente sobre la tierra virgen, cubierto por parihuela o en el interior de una caja de madera. El número de tumbas identificadas de este tipo es de 28.
Fosa escalonada. Es el tipo más abundante en este cementerio. Se caracteriza por presentar un escalón, normalmente en sus frentes norte y sur, que servía para separar la parte inferior de la fosa –con el difunto depositado en hueco– de la superior rellena de tierra. Ambos niveles quedarían separados con materia orgánica vegetal (tablazón o parihuela de madera), o con piedras. El número de tumbas documentadas es de 67.
A lo largo de la intervención arqueológica se ha identificado un único nivel de enterramiento. La totalidad de las tumbas están excavadas en el estrato natural en forma de granito descompuesto, alcanzando las fosas una profundidad considerable; lo que implica la imposibilidad de existencia de más de un horizonte de enterramiento.
Es evidente que, en líneas generales, el ceremonial funerario de los judíos de Ávila no se diferenciaría del de otras comunidades de judíos peninsulares, aunque también se observan ciertas singularidades. Una de ellas, es la práctica ocasional de depositar las inhumaciones en cajas de madera.

Todos los enterramientos documentados de este cementerio judío de Ávila presentan orientación O-E, dirigidos al sol en el momento de su salida, siendo ésta la causa más probable de la diferencia de grados que se aprecia, junto con las necesidades de adaptación al espacio, surgidas conforme fue creciendo el cementerio.
El hecho de que las tumbas se encuentren distribuidas muy próximas las unas a las otras, –y a pesar de la verificación durante la presente intervención de alguna asociación y superposición entre ellas– permite interpretar, casi con toda seguridad, que las fosas contaron con algún tipo de señalización al exterior.
Según el uso funerario judío, los difuntos se solían enterrar sin ajuar, aunque en contadas ocasiones se documenten algunos elementos de adorno y joyas muy sencillos. En el caso del cementerio judío de Ávila, su escasez ha quedado patente, ya que de 100 tumbas excavadas, tan solo se han recuperado evidencias en dos de ellas, coincidiendo en esta baja proporción con el resto de cementerios judíos que han sido objeto de alguna intervención arqueológica.
LA (INCIERTA) CRONOLOGÍA DEL CEMENTERIO
Ante la falta de obtención de dataciones absolutas, y la escasa aportación de las cronologías relativas, son las fuentes históricas las únicas que nos permitirían aproximarnos al marco temporal del cementerio judío de la Encarnación. Un término post quem sería mediados del siglo XII, cuando comenzamos a tener noticias documentales que documentan el establecimiento de judíos en la ciudad. Es más, durante los siglos XIII y XIV la población judía aparece habitando el sector nororiental del recinto amurallado, al arrimo y protección de la catedral y junto al Mercado Grande.
La estructura urbana respecto a los judíos aparece radicalmente modificada en el siglo XV, cuando se suceden varios intentos de apartamiento y segregación de la población judía, siendo más efectivo y perdurable en el tiempo, el producido a partir de 1480, y que concentra a buena parte de los judíos de la ciudad en el sector suroccidental del recinto amurallado. A día de hoy, desconocemos si ese desplazamiento se tradujo en la apertura de un nuevo lugar de enterramiento, más cercano al sector poblado por los judíos, o si por el contrario, se siguió utilizando el cementerio de la Encarnación, parte del cual ha sido objeto de excavación reciente.
Extracto del artículo publicado en: «Revista Sefarad, Vol. 73: 2 : Julio-Diciembre 2013, páginas 309-338»